Los ácidos grasos omega-3 que se encuentran en el pescado son muy beneficiosos para la salud. No en vano, multitud de estudios han constatado que el consumo de este tipo de ácidos grasos poliinsaturados reduce el riesgo de desarrollo de trastornos mentales como la esquizofrenia, ralentiza la aparición del alzhéimer, o potencia la capacidad cognitiva en la infancia. Tal es así que ya en 2012 el número de estadounidenses que tomaban suplementos con ácidos grasos omega-3 procedentes del pescado se acercó a los 19 millones. También por el beneficio, aun potencial, que tiene la toma de estos ácidos grasos sobre la salud cardiovascular. Sin embargo, y como muestran las nuevas recomendaciones de la Asociación Americana del Corazón (AHA), parece que esto no es así: los ácidos grasos omega-3 del pescado no protegen frente a las enfermedades cardiovasculares. O al menos, en los casos en los que no se padece insuficiencia cardiaca o se ha sufrido un infarto. Como explica David Siscovick, director de este artículo publicado en la revista «Circulation», «a día de hoy no podemos recomendar el uso suplementos con ácidos grasos omega-3 para la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular. Las personas que toman estos suplementos lo están haciendo en ausencia de evidencias científicas que muestren algún tipo de beneficio de esta suplementación en la prevención de los infartos, los ictus, la insuficiencia cardiaca o la mortalidad en personas sin diagnóstico de enfermedad cardiovascular». Beneficios limitados
La propia AHA publicó en 2002 un informe en el que recomendaba la toma de suplementos con ácidos grasos omega-3 procedentes del pescado por las personas que ya habían sufrido un infarto de miocardio. Una recomendación que se basaba en las evidencias, ciertamente contundentes, que demostraban que estos suplementos prevenían la aparición de un segundo infarto en estos pacientes. Pero este beneficio, ¿es exclusivo de las personas que han padecido un infarto o se extiende también al resto de la población? Para responder a esta pregunta, los autores analizaron los resultados de los 15 grandes ensayos clínicos realizados hasta el momento para evaluar el impacto clínico del consumo de estos ácidos grasos sobre el riesgo de enfermedades cardiovasculares –caso, entre otras, de la fibrilación auricular, del ictus y de los infartos. Los millones de personas que toman estos suplementos lo están haciendo en ausencia de evidencias científicas sobre la salud cardiovascularDavid Siscovick Y como refiere David Siscovick, «los hallazgos científicos alcanzados en las últimas dos décadas sobre la prevención de la enfermedad cardiovascular siguen demostrando que, por lo que respecta específicamente a la población en riesgo de morir por causa cardiovascular, el beneficio potencial de los ácidos grasos omega-3 del pescado se mantiene para las personas que han tenido un infarto reciente. Un resultado que es consistente con nuestras recomendaciones del año 2002». Sin embargo, parece que estos suplementos también juegan un papel importante en la prevención de la enfermedad cardiovascular en las personas con insuficiencia cardiaca. Concretamente, uno de los ensayos clínicos evaluados concluye que el consumo de suplementos con dosis bajas de ácigos grasos omega-3 del pescado reduce en un 9% la tasa de hospitalización y muerte en estos pacientes, razón por la que también debe recomendarse su uso en esta situación. Como apunta David Siscovick, «lo que es una novedad es que la población con insuficiencia cardiaca también se puede beneficiar de los suplementos con ácidos del pescado». Y ya está. Los beneficios asociados a la toma de estos suplementos acaban aquí. No hay ninguna evidencia que justifique su ingesta en ausencia de insuficiencia cardiaca o de un infarto previo. Ni siquiera en las personas en alto riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular o que ya han padecido un ictus o tienen fibrilación auricular. De hecho, los efectos positivos de los suplementos en caso de infarto o insuficiencia cardiaca son, como reconocen los propios autores, ‘modestos’. Secundaria, que no primaria
En definitiva, los suplementos con ácidos grasos omega-3 del pescado son beneficiosos en la prevención secundaria, pero no primaria, de la enfermedad cardiovascular. O dicho de otra manera, solo resultan útiles cuando ya existe un antecedente cardiovascular previo. Y tampoco valen todos los antecedentes, dado que se limitan al infarto y a la insuficiencia y excluyen los demás –como el ictus o la fibrilación auricular–. Una evidencia que debe ser tomada en cuenta no solo por la población, sino también por los responsables de prescribirlos. Como concluye David Siscovick, «los médicos deberían usar nuestras recomendaciones como guía para la toma de decisiones sobre los pacientes en los que sería apropiada la toma de suplementos con ácidos grasos omega-3 del pescado. Así, y una vez más, nuestras recomendaciones concluyen que esta suplementación podría ser beneficiosa únicamente en pacientes con indicaciones clínicas específicas de enfermedad cardiovascular, incluidos aquellos que acaban de ser diagnosticados de insuficiencia cardiaca o han sufrido recientemente un infarto».